CAPÍTULO 1: Kai
Jamás contó a nadie lo que había visto en aquella mirada
azul que se asomaba por primera vez al mundo.
Nunca la trataron de forma especial y, sin embargo, todos
podían ver que ella era diferente.
Lo notaron en su carácter retraído y en su mirada grave y
pensativa. Además, prefería estar sola a jugar con los otros niños, era
sigilosa como un gato y apenas hablaba.
Hasta que conoció a Kai.
Dana se volvió de nuevo para mirarle. Él sonrió otra vez.
Ella dudó.
Kai estaba allí, y eso era suficiente.
Dana lo quería demasiado como para negarle aquello, de modo
que no hizo más preguntas.
“Sólo tú puedes verme. Pero yo seré tu amigo y estaré
contigo siempre. Y esto es lo que hay.” (Kai)
“Tendrás otros amigos visibles para todo el mundo. Pero cuando
pasen muchos años reconocerás que no
tuviste un amigo mejor que yo.” (Kai)
-¿Prefieres que me vaya? Porque, si es lo que quieres, me
iré. Desapareceré de tu vida y no volverás a tener problemas por mi culpa.
Dana no dijo nada. Sólo siguió mirándole, y se preguntó
entonces qué haría sin él, sin su sonrisa, sin la mirada franca de aquellos
chispeantes ojos verdes, sin la suavidad de su voz. Y tuvo que admitir que,
tras la discusión con su familia, era Kai el único que le parecía cercano y
real. Él era lo único que le quedaba.
Sus deseos de abrazar a Kai, de retenerlo a su lado,
crecieron hasta hacerse insoportables.
“Existo en un plano diferente al tuyo. Lo siento, no puedo
hacer nada. Podemos estar eternamente juntos, y eternamente separados.” (Kai)
De pronto sintió algo tras ella, y no necesitó volverse para
saber que Kai estaba echado a su lado. Incluso sintió el brazo de él rodeándole
la cintura. No lo notaba como algo corpóreo, sino como una cosa parecida al
roce de la brisa, a la calidez de un rayo de sol, a la frescura de un día de
lluvia. Sin embargo, la reconfortó infinitamente. Suspiró, y se acurrucó junto
a Kai. No podía tocarlo, pero podía sentirlo, y toda su alma respondía ante
aquella presencia.
-No me
dejes sola, Kai –suplicó en un susurro-. No me dejes nunca.
-Nunca
–prometió el muchacho, y su voz sonó muy cerca del oído de Dana, en lo más hondo
de su mente y en lo más profundo de su corazón.
CAPÍTULO 2: El hombre
de la túnica gris
No le preocupaba lo que dijera la gente; Kai estaría siempre
a su lado, Kai la quería de veras y nunca le haría daño.
Pero le bastaba con mirar a Kai a los ojos para que se
disipasen todas sus dudas. No concebía ya la vida sin su mejor amigo, y, cuando hacía balance, se daba cuenta de que
valía la pena soportar las miradas burlonas de la gente con tal de conservarlo
a su lado.
“Tarde o temprano encontrarás tu lugar en el mundo. No
sufras por ello.” (Kai)
Aquella especie de lazo que los unía incluso sin palabras
parecía hacerse cada vez más fuerte, de modo que ya apenas necesitaban hablar
para comprenderse.
CAPÍTULO 3: La Torre
Sintió la presencia de Kai a su lado, y eso la reconfortó.
Pensó que nada podía ser tan malo si él la acompañaba.
-Te vas –dijo él entristecido.
-Nos vamos –corrigió ella-. No voy a dejarte aquí.
-Pero yo no puedo…
-No iré a ninguna parte sin ti –cortó ella, sacudiendo con
energía sus trenzas negras.
En realidad nada importaba mientras él estuviese a su lado.
-Mira allí –indicó Kai, señalando la cúspide.
Dana siguió la dirección de su brazo y vio una alta
figura erguida entre las almenas de la Torre, iluminada por los últimos rayos
del atardecer, con una larga capa ondeando tras ella.
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